La muerte también comunica


Cuando era niña me preguntaba por qué mueren las personas, pero con el correr del tiempo fui entendiendo que siempre hay un para qué detrás de cada muerte. 

Mi padre me abandonó siendo yo una bebé y lo pude ver cara a cara recién a través del frío vidrio de su ataúd cuando yo tenía más de cuarenta años. Conversamos muy poco por teléfono o por el chat y me dejó algunos mensajes importantes que pude recordar durante unas meditaciones en medio de una crisis familiar terrible, estando a punto de divorciarme.

Lo curioso es que ese breve mensaje de mi padre –que recordé después de su muerte y el cual agradezco-- fue uno de los que me hizo tomar consciencia y retroceder para volver a reconstruir mi familia de entre los escombros.

La forma cómo vivió y cómo murió mi padre me dieron grandes enseñanzas de lo que debía y no debía hacer con la mía. Esto lo comprendí observando y meditando sobre las huellas que había dejado en el corazón de las personas que tuvo a su lado y en las que abandonó.   

Me costó muchísimo perdonar, pero la magia de la meditación me hizo entender mucho más acerca de los aprendizajes que debe pasar el alma. Poco a poco, meditación tras meditación pude ir borrando de mi ser las huellas y pensamientos negativos que el abandono y su muerte habían dejado en mí.

Y entonces, preferí escuchar y observar su muerte y me quedé con las lecciones que me dejó su partida, sintiendo compasión por él y perdonando de corazón sus malas decisiones que finalmente lo llevaron a un triste desenlace en soledad. Entendí que solo perdonando tenemos paz y las almas que se fueron también. 

Justo por estos días mi padre murió, pero no lo recordaba. Recién hoy que escribo este artículo caigo en cuenta de que ya cumplió tres años de fallecido. Y decidí escribir sobre la muerte hoy porque una amiga del colegio tan solo de 47 años, como yo, falleció anoche tras batallar fieramente contra el cáncer. Lloré mucho, sí, para liberar las emociones, pero también observé y escuché su muerte.

Curiosamente, gracias al abandono de mi padre, pude conocer de cerca al maravilloso abuelo que tuve, quien por esas casualidades de la vida, murió hace cuatros años en la misma fecha que mi amiga. Y gracias a mi abuelo conocí a esta bella mujer, porque él tuvo la generosidad de brindarme un hogar y de llevarme al colegio en el que conocí a mi compañera.  

Mi abuelo me educó y me amó muchísimo. Vivió más de 90 años y nos dejó a toda la familia grandes enseñanzas de bondad, honestidad, equilibrio y amor. 

Él se cuidaba mucho, caminaba todos los días, meditaba a su manera, prefería el silencio y la paz a las batallas; de su boca siempre escuché un “sí se puede, hay solución”. Me enseñó a atarme los zapatos, a pintar, a arreglar los plomos de la casa y a solucionar todo problema que se le cruzara en el camino, siempre con una gran sonrisa. Mi abuelo fue un gran Maestro de Vida.

Respiraba cuando había algún imprevisto y todo se lo tomaba con calma a diferencia de mi abuela adorada que se estresaba por casi todo. Ella nunca se cansó de dar amor, pero se fue antes que él para continuar un nuevo viaje.   

Y ayer mi amiga Gianina se fue también. Muy trabajadora, hermosa y solidaria, de sonrisa franca y ojos tiernos. Nos volvimos a reencontrar tras muchos años, cuando me uní a un voluntariado para ayudar a los niños de Chosica afectados por las inundaciones. Volví a ver su sonrisa hermosa llena de luz, de vida junto a su esposo e hijos. Cuando pasó el tiempo y me informó que tenía cáncer le pedí “Deja todo, relájate, el estrés no hace bien”.  Ella me respondió “tengo que trabajar, pero ya  pararé”.

Al morir ella ayer me hizo recordar a otra gran luchadora que se fue hace dos años, nuestra compañera de colegio Claudia, otra mujer batalla, igual de emprendedora que Gianina. Ambas muy trabajadoras y con un exceso de estrés a cuestas.

De ambas aprendí que aunque la muerte esté cerca siempre hay que sonreír. Cuando iba a respirar y meditar con Claudia, me decía que esto le calmaba el dolor y que podía dormir sin miedo; pues a veces no quería cerrar los ojos por la ansiedad de poder fallecer mientras dormía.  

Nos reunimos con ella varias amigas a respirar, meditar, imponer manos y orar mucho y sobre todo a compartir palabras positivas y muy buena energía. La encontrábamos pálida y con ojeras, pero cuando terminábamos parecía que la hubiéramos maquillado, su sonrisa era enorme y sus ojos brillaban grandiosos.

“Tú deberías dedicarte a esto Guisella”, me comentó una vez. Tiempo después de su muerte empecé a indagar mucho sobre el exceso del estrés y su impacto en la salud y en la comunicación, dado que yo soy comunicadora.

Y ahondé más en mis investigaciones conectándome más con la meditación, la comunicación consciente positiva y afianzándome en mis conocimientos sobre el impacto positivo de las palabras y acciones positivas en nuestro cuerpo, mente y alma, así como la manera de liberar el exceso de estrés, considerando que este genera graves enfermedades como el cáncer.

A raíz de la muerte de Claudia me sumergí más en el mundo holístico y de la meditación. Llevaba un par de años de meditación continua cuando de pronto en una meditación profunda de varias horas sentí el llamado a parar y dedicar mi vida a promover la comunicación consciente positiva holística-estratégica para ayudar a las personas a liberarse del estrés, activar su energía positiva, liderar sus pensamientos, palabras, acciones y emociones para transformar cada día lo negativo en positivo y mantener una mejor calidad de vida con relaciones sanas y duraderas.

La muerte de mi padre, de mi abuelo, de Claudia en los últimos años me mandaban diversas señales del por qué y para qué había tenido la vida que tuve y es así como encontré mi propósito de vida actual. Y la muerte de Giani anoche me dio un mensaje adicional.

Hacer un emprendimiento de este tipo no iba a ser fácil, pero como decía mi abuelo “sí se puede”. Y es así que poco a poco vamos avanzando con fe y mucho amor, con el apoyo de mi madre, mi esposo, mis hijos, mi familia, de gente maravillosa que se va sumando, apoyando esta humilde iniciativa.

Ayer le envíe una meditación guiada a Giani para hacerla sentir paz y me sentí muy conectada a ella. Luego, por la noche al enterarme de su muerte, me sentí muy triste pero empecé a observar su muerte, cerré los ojos y durante la meditación la sentí muy cerca abrazándome, estaba en paz, como diciéndome sigue adelante Guisella, todo está bien.

Y entonces una vez más comprobé que la muerte sí comunica, pero depende de nosotros estar atentos para escucharla y entender lo que nos trata de decir. Quizá su muerte nos está diciendo qué necesitamos transformar internamente para mejorar nuestra propia existencia.

Nos puede lanzar diversas preguntas sobre cómo estamos, por dónde estamos caminando y hacia dónde vamos;  o cómo estamos cuidando nuestra mente, cuerpo y alma.

O quizá nos pregunte cómo estamos tratándonos y tratando a los demás, cómo estamos impactando con nuestros pensamientos, emociones, palabras y acciones, cómo están nuestros valores, si usamos nuestros dones o talentos y los compartimos con los demás, si tenemos miedo o sufrimiento o nos enfrentamos con toda la buena energía a la adversidad. 

También la muerte nos puede preguntar cómo estamos haciendo sentir a los demás, si estamos actuando en modo ego o en modo aprendiz. Y si estamos utilizando siempre el dedo acusador para juzgar y criticar a todos en lugar de ver el lado positivo de la vida.

La vida es un proceso de aprendizaje y cuánto más compartamos lo aprendido con los demás, más rica será, aunque sea corta o larga. No importa tanto cuánto tiempo vivimos sino cómo vivimos y qué damos de nosotros en ese tiempo, de nuestro amor, afecto, talentos, sentimientos.

Por eso cuando alguien se va miremos en nuestro interior y descubramos qué lecciones o enseñanzas nos deja, sin juzgarlo o juzgarla, sintiendo simplemente compasión absoluta y aprendiendo de lo que hizo, de lo que fue y de lo que te hizo sentir.

Lo bueno repítelo y lo equívoco tómalo como una enseñanza de lo que no debemos hacer. Y es que la muerte también nos plantea desafíos y depende de nosotros asumirlos cuanto antes porque nuestra alma tiene un propósito que necesita cumplir para dar todo su amor y luego descansar en paz en vida eterna.

Por todo esto siento que todo está perfectamente conectado y me siento felizmente bendecida. Por eso a quienes partieron también les digo ¡Gracias y Bendiciones!

Guisella Vargas Ochoa
CEO de Conectados Global Media

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